En las regiones heladas del Artico polo norte habitan los esquimales, osos polares, morsas y algunas focas en los lagos casi congelados. Siempre fue una zona inhóspita pero los esquimales siempre se la ingeniaron para vivir en ella. Sabían cuando era la época de mejor pesca, y cuando era necesario cazar las morsas para asegurarse de alguna grasa animal. Pero todo ha cambiado. Desde que las capas de hielo se han derretido su vida cambió. Sentían gran respeto por los osos polares ya que lo consideraban parte de su ambiente, y los admiraban a pesar de su gran fiereza.
Decían los más viejos esquimales que los osos polares blancos del color marfil provenían de culturas milenarias, y que al ser respetados y amados en su entorno bendecían a los pobladores con gran caudal de peces en los lagos helados. Siempre fue así y todas las familias inventaban bellas historias de los osos, y cómo dejaron huella en los grandes hielos polares.
Pero todo cambio por el descuido del hombre. El descongelamiento de los grandes glaciares no solo trajo una mala vida a los esquimales y su comunidad sino también a todo el planeta. Muchos de los viejos afirman en su superstición de que los osos indignados por el cambio ocurrente en su ambiente decidieron enseñarles una lección a los humanos, el planeta viviría grandes tragedias climatológicas debido a la falta de amor de estos a su propio ambiente. Muchos de los viejos esquimales decían que estos eran seres mágicos, y que no deberían irrespetárseles, pero ya el daño estaba hecho. Lo que quedaba hacer es dejar algo por las futuras generaciones.
Sin embargo los viejos osos a pesar del dolor que sentían por la humanidad pensaban también en el futuro de los niños. Ellos no eran culpables de los errores de los mayores.
Peter tenía apenas 8 años y sentía un gran afecto por los osos polares. Cuando los veía sufriendo bajo ese calor que azotaba la Antártida siempre les traía peces que a veces pescaba lejos de su comunidad y se los regalaba a ellos. Ellos le respondían con un gruñido de aprecio, a pesar de su tristeza decidieron dejarles a los humanos una semilla de esperanza.
Un día vino de muy lejos una expedición de países lejanos. A pesar de que eran extraños para ellos se ganaron con el tiempo el amor y confianza de todos. Construyeron pequeños galpones e incluso una escuela. Sarah tenía mucha fe y optimismo en esta comunidad. Les enseñaba a los niños a querer a su tierra, y le daba información de su historia local. Pero lo que más disfrutaban los pequeños eran las historias de esperanza que narraba Sarah. Ella no los engañaba. Les decía que su querido planeta estaba muy enfermo por culpa de la falta de amor de la humanidad, y que desgraciadamente la comunidad glaciar pagaría las consecuencias. Pero había esperanza. Se tenía que realizar un trabajo arduo de muchas personas para luchar y cambiar la historia. Tal vez tomaría años pero el cambio se podría dar.
Los años fueron pasando y Peter ya pertenecía a una organización pro- ambiental. Tenía muchos seguidores y jóvenes que se preocupaban por el bienestar del planeta. Fue tanto el nivel de compromiso de estos jóvenes que en cada país del planeta había un centro de lucha ambiental. Fue difícil cambiar el daño ya realizado pero a través de campamentos enseñaban a los más jóvenes y pequeños como podrían marcar la diferencia. Y estos al crecer les dejaban la enseñanza a sus hijos y estos a los suyos. Pero no todo era fácil para ellos. Los gobernantes no siempre escuchaban, tenían sus propios intereses en beneficio propio. Pero esto no fue un impedimento para estos jóvenes para sus luchas ambientales.
En ocasiones Peter va de visita a su amada Antártida y visita otra vez a sus amados osos. Aunque estos no hablan el lenguaje de los humanos, a Peter les parece ver en sus miradas una expresión de alegría por las acciones de Peter y sus amigos. Y sucede lo imaginable, en un bello día se asomó en el firmamento una bellísima Aurora Boreal, y todos estos bellos animales se dirigieron hacia Peter solo con el deseo de saludarlo dando en cierta forma las gracias de sus acciones. Peter se dio cuenta de que se había abierto una comunicación entre él y estos enigmáticos animales. Tal vez en el corazón de ellos se había dado un espacio para brindarle una esperanza a la humanidad. Por lo menos él había puesto su granito de arena, y es lo que debemos hacer todos.
La esperanza es que a través de los años aprendamos a escuchar el dolor de nuestro sufrido planeta y actuemos en consecuencia. No todo está perdido, hay que dejar un legado a nuestros hijos y nuestro querido planeta azul siempre ha sido un gran hogar para todos por lo que tenemos que cuidarlo y amarlo.
Bájate el oso